Comorbilidad y adicciones: cuando el cuerpo también revienta

Cuando se habla de adicciones, todo el mundo piensa en el cerebro: la ansiedad, los bajones, la obsesión por consumir, la depresión… Pero hay otra parte igual o más dura: el cuerpo. Porque las drogas no solo afectan lo que piensas, también te van machacando por dentro, poco a poco. Y cuando el cuerpo ya no puede más, llegan las enfermedades. Enfermedades físicas. A eso se le llama comorbilidad: tener más de un problema de salud a la vez. Y en este caso, uno de esos problemas es la adicción, y el otro es una enfermedad grave provocada o empeorada por consumir.

Lo peor de todo es que muchas veces, cuando un adicto se da cuenta de que su cuerpo está fallando, ya es tarde. Ya hay daños en el hígado, en el corazón, en los pulmones, en los riñones… y aun así, le cuesta parar. Le cuesta cuidarse. Le cuesta hacer cosas tan simples como ir al médico o tomarse una pastilla a su hora. Y no es por pereza: es que la adicción destruye la capacidad de autocuidarse. El consumo manda. Todo lo demás, incluso vivir, pasa a segundo plano.


El deterioro físico empieza en silencio

Al principio nadie lo nota. Puedes beber todos los días o meterte rayas cada fin de semana y no tener ningún síntoma evidente. Pero el cuerpo lleva la cuenta. No perdona. Poco a poco aparecen los avisos: te cuesta dormir, te despiertas sudando, te duele el pecho, vas al baño con sangre, tienes la cara hinchada, pierdes peso… Y entonces empiezas a asustarte. Pero en vez de parar, muchos consumen más para no sentir ese miedo. Es un círculo vicioso.


Consumir y enfermar: una mezcla peligrosa

Cuando una persona adicta desarrolla una enfermedad física, la situación se complica muchísimo. No solo porque el cuerpo está más débil, sino porque es muy difícil seguir cualquier tratamiento. Muchos no toman la medicación. O se la toman mal. O la mezclan con otras drogas. Algunos ni siquiera entienden bien lo que les pasa porque no van a las revisiones, no preguntan, o no pueden prestar atención.

Otros tienen miedo. Miedo a que les digan que tienen algo grave. Miedo a ser juzgados por el médico. Miedo a que les digan que tienen que dejar de consumir. Hay adictos que directamente evitan ir a urgencias aunque se estén muriendo. O que se automedican porque creen que saben más que el médico, o porque prefieren seguir tapando los síntomas antes que afrontar el problema.


Enfermedades comunes en personas con adicciones

Las enfermedades más comunes entre personas que consumen no son pocas. Y no estamos hablando de un resfriado o una gripe:

  • Daño hepático: sobre todo por el alcohol, pero también por pastillas y hepatitis. Cirrosis, hígado graso, fallo hepático…
  • Problemas cardíacos: la cocaína, los estimulantes y el estrés constante castigan al corazón. Taquicardias, infartos, arritmias.
  • Cáncer: el tabaco, el alcohol y muchas drogas aumentan el riesgo de muchos tipos de cáncer. Pulmón, garganta, hígado, estómago.
  • Problemas respiratorios: bronquitis crónica, asma, EPOC… sobre todo en fumadores de crack, heroína o cannabis.
  • Infecciones: VIH, hepatitis B y C por compartir jeringuillas o por prácticas sexuales de riesgo.
  • Problemas renales: por deshidratación crónica, consumo de sustancias tóxicas o infecciones repetidas.

A veces no es una sola enfermedad. Son varias al mismo tiempo. El cuerpo está tan debilitado que cualquier cosa lo tumba. Y mientras tanto, el consumo sigue. Y eso lo empeora todo.


La salud física no es prioridad para un adicto

Puede sonar duro, pero es así. Cuando estás enganchado, lo último en lo que piensas es en tu salud física. Puedes tener fiebre, dolor, vómitos, heridas… y aún así pensar solo en cómo conseguir la siguiente dosis. Ir al médico requiere pedir cita, esperar, escuchar malas noticias, y sobre todo, mirarte a ti mismo con honestidad. Y eso es muy difícil cuando llevas años huyendo de ti mismo.

Además, muchos adictos han tenido malas experiencias con médicos. Se han sentido juzgados, maltratados, ignorados. Por eso prefieren no volver. O mienten. O se callan. O solo van cuando ya están muy mal. Y cuando por fin llegan, el daño ya está hecho. A veces, irreversible.


No todos los médicos están preparados

Y ojo, que tampoco es todo culpa del paciente. Muchos médicos no están preparados para tratar a personas con adicciones activas. No saben cómo hablarles, cómo ganarse su confianza, cómo adaptar los tratamientos. Les dan pastillas que no deberían mezclar con lo que están consumiendo. O les dicen: “Primero deja las drogas y luego te trato”, como si eso fuera tan fácil.

Eso deja a muchos pacientes sin atención médica de calidad. O les dan tratamientos que no pueden cumplir. Por ejemplo: pedirle a un adicto que esté en ayunas 8 horas o que tome antibióticos cada 6 horas durante 10 días. Eso no es realista si esa persona vive en la calle o si está colocándose todos los días. Necesita otra estrategia, otro enfoque, más humano, más práctico.


El enfoque tiene que ser integral

No se puede tratar el cuerpo ignorando la adicción. Y tampoco se puede tratar la adicción ignorando que ese cuerpo está enfermo. Tiene que ser un tratamiento conjunto. Un médico que entienda de drogas. Un terapeuta que entienda de salud física. Un equipo que coordine todo. Y sobre todo, una persona que poco a poco vaya recuperando las ganas de vivir.

Porque sí, se puede mejorar. Aunque haya enfermedades físicas graves. Aunque el cuerpo esté muy dañado. Siempre hay margen. Pero hay que tratar a la persona completa. No solo sus síntomas. No solo su historial médico. A la persona. Con empatía, con tiempo y con un plan claro para dejar de consumir y curar el cuerpo a la vez.

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